SAGRADA FAMILIA

lunes, 29 de marzo de 2010

REFLEXIONES SOBRE LA ORDEN DEL 10 DE AGOSTO DE 2007 Y LAS ENSEÑANZAS MÍNIMAS

Sería imposible buscar una formación completa, autónoma, eficaz y sobradamente dotada de cualidades para enfrentarse a la realidad laboral ansiada, si los centros andaluces no contaran con la autonomía necesaria.


Al igual que un solo jugador de fútbol, por muy brillante que sea, no es capaz de ganar solo el mundial, un centro, por muy brillantes que sean los profesores y profesoras que en él ejercen su profesión, no llegará a formar de manera completa a sus estudiantes si esta autonomía no va de la mano de medios necesarios para ello.

En los centros encontramos alumnos/as de diferentes etnias, diferentes procedencias socio-económicas, diferentes ritmos de aprendizaje, diferentes constituciones tanto mentales como físicas que ponen a prueba a docentes que, valga la pena resaltar, han pasado una prueba de conocimientos teóricos pero a los que nadie se ha molestado en enseñar cómo solucionar complictos, cómo desarrollar la empatía tan aplaudida por los pedagógos o cómo hacer más divertida la explicación, por ejemplo, de la coherencia semántica. Como digo, estos docentes, de sobra preparados y motivados, se encuentran con una autonomía que no cubre las necesidades reales del centro porque desde los escaños más altos de la educación no se oye, no se tiene en cuenta o, quisiera pensar, no se puede atender a la enorme demanda de ayuda.

Quizás trabajar sobre abstracto, como es el caso de la Educación Plástica en cuanto a legislación se refiere, permita dar un giro a la forma de enseñar y motivar cumpliendo siempre con los parámetros que guían la enseñanza de todas las materias y que serían concrecciones tales como las competencias básicas, la atención a la diversidad o el aprendizaje significativo. La observación de las cualidades artísticas de nuestros futuros alumnos/as, el gusto por inculcarles el placer de contemplar la creación artística, la capacidad de observación crítica y las ganas de enseñarles, deben guiar a diario nuestra formación como docentes que, por otro lado, siempre estará cuestionada por aquellos que desde sus cómodos sofás contemplan a los adolescentes como si ellos, como si ellas, supieran hacerlo mejor.

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